Julieta Valero

INTRODUCCIÓN Y ENTREVISTA DE VICTORIA GABALDÓN, MAMAGAZINE

 

Fue en el transcurso de una conversación con la poeta y escritora Luna Miguel donde surgió el nombre de Julieta Valero: «Hay un título de una poeta que me gusta mucho, tanto el libro como el título del libro, ella es Julieta Valero, y el libro se llama Los primeros tres años, es un espacio temporal muy definitivo: yo pasé tres años de mi vida prácticamente sola, con (mi hijo) Ulises».

 

Pensé en mis primeros tres años de maternidad y me di cuenta de lo acertado del título. Y pensé, también, que no es que sean difíciles y extremadamente solitarios —aun estando rodeada de gente— los primeros tres años de una primera maternidad: es que esta soledad se asoma y se queda con cada hijo que se tiene. Julieta Valero (Madrid, 1971) lo sabe, pues es madre de una hija de 7 años.

 

Corrí a leer el poemario de Julieta tras esta conversación con Luna Miguel. Encontré un libro fino y hermoso, bellamente editado por Vaso Roto, poblado por versos que dicen mucho y esconden mucho también. Encontré poesía concienzuda, versos que, en ocasiones, debes leer varias veces para conseguir hacerte con ellos. Y es que quizá los versos también tengan vida e intenciones y algunos no se dejan pillar tan fácilmente.

 

Julieta, que en la actualidad dirige la Fundación Centro de Poesía José Hierro ha publicado varios poemarios con anterioridad a este: Altar de los días parados (Bartleby, 2003), Los Heridos Graves (DVD, 2005, IV Premio Radio Joven de RNE-R3), Autoría (DVD, 2010, XXII Premio Cáceres Patrimonio de la Humanidad 2010) y Que concierne (Vaso Roto, 2015. Es co autora también de las prosas e imágenes de La nostalgia es una revuelta. Las postales de Julieta Valero y Oleñka (Tigres de Papel, 2017).

 

Tras el impacto de la lectura de este poemario, llegó otra lectura sorprendente: la de Niños aparte. El lenguaje es distinto. El momento desde el que se crea esta historia es distinto. Aquí no existe «esa» dependencia de los hijos, si es que alguna vez puede dejar de haberla. Hay un deseo que avanza para situarse por delante de muchas otras cosas y que se convierte en protagonista. Es un libro a varias voces, atravesado también por el confinamiento, la pandemia y el teletrabajo. Se habla de adultos que crían al margen de la crianza, ¿y acaso no estamos todos en eso? Esta historia es una colección de relatos, que se pueden leer por separado porque todos tienen entidad propia pero que, juntos, construyen una empresa sólida y llena de matices.

 

Niños aparte supone su debut en la ficción narrativa, con el añadido de formar parte de la colección Caballo de Troya, comisariada por Jonás Trueba, que ejerce de editor invitado esta temporada. Otro de sus amigos y compañeros es el también escritor y poeta Mariano Peyrou, que le acompañó junto a Jonás en la presentación de su libro y nos regala estas palabras sobre el mismo: «En Niños aparte, Julieta Valero aborda el tema de la maternidad con hondura, es decir, con una mezcla de éxtasis y desgarro, pero sobre todo aborda otros temas (la política, el amor y el hastío, las relaciones familiares, la pervivencia de la infancia y de lo infantil) filtrados por la maternidad. En este libro se muestra cómo se va acumulando el peso de la vida a lo largo de los años, y se muestra también una actitud que, como por arte de magia, asume el peso sin negar sus efectos deprimentes y angustiosos y al mismo tiempo desprende ligereza». Son Mariano Peyrou y Jonás Trueba, además, quienes reciben la gratitud de la autora al final del libro «…por la fe prestada. Es por ellos que vi y que quise este libro».

 

Hemos querido saber cómo conjuga las facetas de mujer-madre y de mujer de letras y le hemos preguntado. Ella nos contesta desde la palabra, desde la honestidad y, por ende, desde la belleza cruda y orgánica de su experiencia.

 

 

¿Cómo era tu trabajo antes de ser madre? ¿Y después? ¿Sufrió cambios significativos?

 

Trabajo en gestión cultural pública, en un ambiente muy humano y empático. Y entre mujeres. Mi trabajo desde que soy madre ha cambiado porque comencé a dirigir esta Fundación cultural (Fundación Centro de Poesía José Hierro) unos años después de tener a mi hija, y eso ha implicado una perspectiva más institucional y de más responsabilidad. Al ser madre he tenido y tengo que conciliar, y es difícil, en ocasiones imposible.

 

¿Qué es, para ti, lo mejor y lo peor de la maternidad?

 

Lo peor la intervención absoluta de la vida, desde la concepción ontológica de todo (la idea de la vida, del deseo, de la muerte, las relaciones, el sexo, todo) hasta los aspectos más prácticos. Nunca más tener una conciencia libre, sola. Lo mejor, eso mismo: ser madre es una segunda edición de la existencia, una oportunidad de transitarla profundamente comprometida con los demás, con mi hija, y conmigo misma. Sustancia todo mucho, quita velos y te hace priorizar lo que importa.

 

 

¿Cuál es la huella de tu hija en tu trabajo?

 

Intento que la escisión entre vida y trabajo sea menor, que fluya cierto hilo que unifique ambos espacios. Ser una y traerme lo mejor de cada sitio al lado que toca.

 

 

¿Es la poesía una forma de activismo vital? ¿Cómo ha sido el paso de la poesía a la novela?

 

Absolutamente. La poesía para mí no es un género literario, no es literatura aunque contenga todo el trabajo y el conocimiento técnico. Entiendo la escritura como una aventura de vida a través del lenguaje. Cualquier forma de escritura. La poesía es radical en eso: para ser, debe abismarnos. No me parece literatura, es algo anterior, más primario en su necesidad, más absoluto en su constitución y probablemente en su alcance.

 

 

¿Qué significan para ti los primeros tres años de maternidad?

 

Fueron un tsunami espléndido y durísimo, un revolcón enorme al tener que asumir la responsabilidad de una vida en el mundo, en ese momento tan frágil. Y el incorporar eso sin dejar de ser quien se es, o más bestia aún, reconstituyendo esa identidad por completo. Fue un esfuerzo físico grande, también. Y lo cambió casi todo: se desprendió lo que ya no era y se afianzó lo que habría de ser.

 

Al leer el libro me sorprendió ver que esconde sorpresas: me refiero a que la maternidad, a mi entender, no es el tema principal sino la excusa, la oportunidad para ver la vida desde otro punto de vista, desde otras miradas. ¿Ha cambiado tu mirada sobre el hecho de ver y escribir sobre las cosas el hecho de ser madre?

 

Sí, creo que desde que soy madre miro más frontalmente, con menos distracciones focales… Y en esto tiene mucho que ver que es una mirada atravesada de tiempo, de conciencia sobre el tiempo finito de la vida, que es la que es y hay que apurar depositando la energía que tenemos, la capacidad de atender lo que amamos en quien procede. Creo que ser madre sustancia. Limpia. Sintetiza. Desidiotiza también.

 

 

 

¿Hay vida después de la maternidad?

 

Toda por delante, y más intensificada, y más comprometida.

 

 

 

Una parte de Niños aparte se enmarca en el contexto del confinamiento al principio de la pandemia. ¿Qué opinas de la conciliación de un año a esta parte?

 

El cuento mitológico de la conciliación ha pasado a ser cuento chino este año porque una cosa es el acuerdo al conceptualizarla    —que a cualquier persona progresista y decente le parece que debe ser así, que debe haber conciliación— y otra que el Estado, las empresas, los contextos laborales generen las leyes, condiciones y recursos reales para que se produzca esa conciliación. Y no, no ha sucedido. Y una vez más la mayor parte del peso ha caído en las mujeres, que además de currar en casa han tenido que sostener a los niños en el confinamiento y teletrabajar…