SEPTIEMBRE

La frustración en el proceso creativo.

Cuando eres madre creadora la frustración por no poder crear, por no llegar donde quieres muchas veces tiene cara y voz y es la de nuestrxs cachorrxs. Nor parten el tiempo y los ritmos de creación y surgen situaciones que internamente no son fáciles de manejar.

 

¿Cómo controláis vosotras la frustración? ¿A qué conclusiones llegáis o qué trucos usáis para curarla cuando está ligada a la crianza?

 

Elia Mervi, ilustradora

@eliamervi

«Antes de ser madre la frustración en la creación era simple y llana, hasta romántica. Ahora es mucho más complicado, y tiene que ver con todo lo que venimos hablando, ni la maternidad ni los procesos creativos son algo banal, nos reformulan.

Creo que podría acotar el tema de los días de frustración y simplificarlo en dos estados.

 

ESTADO TORMENTA ELÉCTRICA: Cuando tengo la sensación de que todo a mi alrededor me hace perder tiempo para pintar, mis hijas también.

Siento la mente cerrada, ciega, cualquier pequeño ruido, gesto o queja me hace implosionar y perderme en un bucle.

En este estado puedo regañarlas por cosas que otros días ni me fijaría, no las atiendo como necesitan, me encierro en mi humor y (aparentemente) me da igual que quemen la casa.

También ellas lo notan, les afecta y les provoca un comportamiento que no pueden controlar, están más inquietas, más exigentes. Lo que me provoca una doble frustración, la de no estar siendo capaz de crear y la de no controlar un injusto resentimiento hacia ellas.

Estos días no tienen solución, pasan como un bochorno dejando a todas agotadas. Y cuando las duermo y las veo en ese estado onírico las echo de menos y me culpo por haberlo hecho tan mal ese día. Y por supuesto luego no consigo levantar un lápiz.

 

ESTADO FLUYENTE: Cuando tengo la sensación de que todo a mi alrededor me hace perder tiempo para pintar, mis hijas también, pero hay algo en mi mente que comprende la verdad, que no es el fin, que seguiré creando cuando sea el momento, que los libros esperan (como escribía Nuria) pero mis hijas no, me quiero entregar a ellas, no quiero perderme nada de ellas.

Entonces soy capaz de guardarme la frustración sin envenenarnos, me entrego a la situación, improviso lugares de creación, las llevo allí, dejo que me corten el tiempo y lo corto con ellas. Mantengo firme y activa la cabeza, presente y accesible para cualquier cosa maravillosa que pueda pasar.

En este estado es cuando ocurre la magia y cuando tú misma eres testigo de que crear y criar es posible, cada una en su propia fórmula.»

 

Catalina Silva Guzmán, pintora

«Muchas veces, soy dos.

Vivo en constante navegar dentro de mi misma. Formando imágenes de lo que más tarde haré aparecer entre mis manos.

Cuando tenga tiempo —cuando esté sola— me digo mientras cambio el pañal de mi guagua, juego con mis crías, sirvo el té. Lavo platos. Consuelo a alguna.

Sin embargo, cuando el momento llega por sorpresa, sin mis cachorros me siento perdida. Como si de pronto el camino

hubiera sido borrado a punta de escoba.

 

Mis dos existencias se desplazan en mundos paralelos, que se conectan con finas hebras, formando una tela de araña; tan fácil de romper.

 

Y la verdad es que disfruto de ambos mundos. De alguna manera, uno alimenta al otro y viceversa. Como el camino de la sangre en nuestras venas.

 

Me pregunto si existe una edad, un momento, en el que se tenga todo: el tiempo, la inspiración, la energía.

No lo creo. Aún así, la pregunta sigue insistiendo en mi cabeza.

¿Alcanzaré a hacer todo lo que me gustaría hacer antes de que se me agote la vida?

 

Por ahora, robo retazos al tiempo (algunos pequeños, otros más grandes), para plasmar lo que tengo dentro en algún papel, cartón, tela o como sea. Voy viendo según el espacio que vaya encontrando. A veces, esos momentos los comparto con mis cachorros, las hago parte. Son nuestros. Otros, son sólo míos. Y algunos, quedan guardados en mi memoria. Pasan a ser algo así como fantasmas de una existencia que nunca fue.»

Susana García Florez, poetísa

«Mi frustración grita,

 

A veces lo hace por dentro y otras hacia fuera.

 

En mi cabeza se forman versos,

 

Me aferro a ellos como marinero al palo mayor en medio de la tormenta.

 

Me piden, me hablan, embates, olas y marejada,

Me rompen y me cambian.

 

Empiezo una línea y me mueven la mente y la mano,

 

Me queda inacabada, con letra aguda, crispada,

La idea inicial, parca y resumida.

 

Supervivencia en forma de poesía,

 

Mensaje de socorro para que nadie me rescate cuando consiga irme a mi isla.»

Dana Jasovich, ilustradora

«Este verano casi no conseguí dibujar.

Y me encontré con mi sombra.

 

Justo después, Mateo de 3 años, quiso hacerme una foto.»

Jessica Aliaga Lavrijsen

«Uso mi frustración y mi enfado e intento dirigirlos para fuera y no hacia mí (o mis hijes).

Aquí los llevé a mi despacho en la universidad e hice un par de fotos que expresaran toda la fealdad, falta de armonía (amor y tiempo) y frustración que sentía.

 

Trabajé mal y creé feo, pero hay días así y no debería borrarlos tampoco. Si hay enfado que me conduzca al cambio.»

Marta Miguel, ilustradora

«Las chicas del Espectro Invisible de Medea invitaban a hacer una reflexión en septiembre sobre las madres creadoras y la frustración.

 

Un mes y medio después, por fin me siento a escribir.

 

La frustación como acompañante permanente.

Como unos ojos exigentes que no dejan de mirarnos.

¿Una exigencia autoimpuesta?

Un no llegar a todo.

 

La frustración por querer y no llegar.

Por no alcanzar esas expectivas.

 

¿Pero qué expectativas?

La de ser buena madre y excelente compañera…

la de ser productiva,

estar estupendas,

delgadas y bellas…

 

Las expectativas que van poco a poco imponiéndonos al criarnos, la sociedad, la familia, los medios…

Esas expectativas que se convierten en creencias, y se transforman en un modo de vida.

Y así, poco a poco, nos acompañan también en nuestros momentos creativos.

Para crear más y mejor.

Y que las redes multiplican al compararnos.

Una frustración que nace de la diferencia entre esas expectivas y a lo que realmente podemos llegar.

Porque ¿tenemos que llegar a todo?

 

Y ¿qué es ese todo?

 

Quizá los objetivos que nos ponemos no son realistas,

son los “queseesperadenosotras” como madres y creadoras,

porque la maternidad que atraviesa nuestros días trae consigo infinidad de imprevistos y quehaceres.

Nuestra realidad interrumpe nuestro proceso creativo y ese ensimismamiento que requiere crear.

 

En realidad, la creación no es nuestro principal cometido, sucede entre colegios, catarros, tareas del cole, imprevistos, extraescolares y los tediosos quehaceres de la casa.

 

De ahí nace la frustración de las madres creadoras, de intentar intercalar en esas pequeñas pausas, un momento de conexión con nosotras mismas para crear.

De esas exigencias que nos han calado tan hondo, que creemos como nuestras, que nos muestran continuamente dónde tenemos que estar y a dónde tenemos que llegar como madres y creadoras.

 

Son un abismo entre lo que tenemos que ser y conseguir y lo que realmente está en nuestra mano hacer.

Esas exigencias que nos hacen sentir culpables si descansamos un rato…

 

Por eso creo que la frustración es un acompañante fiel.

Al que tenemos que mirar a la cara.

En realidad es una versión de nosotras mismas, perfeccionista, exigente, que establece unos objetivos inalcanzables, que nunca está satisfecha y ante la que hay que hacer frente de forma contundente:

 

Mirándola a los ojos y aceptando que tiene razón, que no somos perfectas y no vamos a llegar a todo.

 

Rindiéndonos ante ella, asumiendo que esa oscuridad que conlleva la frustración es parte del camino.

 

Que habrá momentos en que la vida nos arrolle y no podamos trabajar y crear todo lo que nos gustaría.

 

Que ya llegarán esos momentos de calma y creación.

 

Mientras nos hundamos en la frustración, no debemos perder de vista que es parte del camino, un rato, quizá unos días, un estado mental…

 

Al fondo podemos ver la luz, no está tan lejos, está muy cerca de cómo te sientes, de lo que quieres, y alejada de eso que el mundo y los demás esperan de ti. Está pegadita a lo que necesitas ahora.

 

Porque nuestro valor no está en el trabajo,

ni en lo que creamos,

ni en lo productivas que somos.

 

Está pegado a nuestro corazón, a lo que necesitamos ahora, a las pausas para escucharnos.

 

El dibujo representa la oscuridad en la que se encuentra la mente cuando nos sentimos frustradas,

sin luz para distinguir lo que queremos,

“cegadas” por la oscuridad de esas exigencias de las que hablaba antes,

esas que creemos como nuestras, y que en realidad son impuestas.

 

La mano y la mirada van hacia arriba, porque ahí a lo lejos están las claves para salir de esa oscuridad.

O quizá no tan lejos…

Quizá al alcance de nuestras manos,

en nuestro corazón.

Dando voz a nuestro corazón para que le hable a la cabeza y nos saque de las tinieblas de la frustración.

 

La voz del corazón es amable:

 

Soy tu corazón (pon aquí tu nombre):

estos días no has llegado a todo lo que querías y no pasa nada,

has hecho lo que has podido.

No te sobreexijas y recuerda que es importante descansar,

quizá el proyecto en el que estas trabajando no es ahora tu prioridad,

tu prioridad eres tú, y escucharte es también importante.

Cuéntame ¿cómo te sientes? ¿qué necesitas ahora?.»